viernes, 22 de abril de 2011

Sobre las fresas

Algunos de mis lectores (de acuerdo, sólo ha sido uno) me han pedido que, de manera análoga al ensayo sobre las manadarinas, dedicase una entrada a las fresas. He de admitir que no podría encontrar otro momento más oportuno para acceder a esta petición: la temporada acompaña y las cajas de fresas se acumulan en las neveras.

No obstante, creo que las condiciones actuales difieren a las que a las que rodearon al artículo anterior. Aquél constituía una invitación al consumo de mandarinas debido a una supuesta marginación (después descubrí que eran más apreciadas de lo que creía) Sin embargo, me resulta imposible encontrar la misma situación en el caso de la fresa. Las fresas gustan a todos.

Seguramente la fresa (bueno, el fresón) sea la fruta que goza de una mayor estima. Es consumida por prácticamente todos los rangos de edad con gran gusto y devoción. Además, permite una amplia selección de elementos con los que combinarse. Se mezclan fresas con plátano, nata, chocolate, kiwi, azúcar... se mezclan fresas con más fresas. Y, por si fuera poco, se les atribuyen poderes afrodisíacos.

Así que ¿Cómo podría tratar, si quiera, de plantear un artículo incitando a su consumo? Por esta razón, he decidido enfocar un aspecto distinto de la fresa, una perspectiva alejada de las cestas de la compra: su valor icónico.  La fresa es símbolo de la primavera, del buen tiempo, de que el verano se acerca, de que ya pasaron las penurias del invierno y en el cielo se abre la esperanza de un futuro prometedor. La fresa dispone de todo un arsenal de significados que trascienden el bol y la cuchara.

La fresa, por mucho que se empeñe El Corte Inglés, es un producto de temporada. Y no de una temporada cualquiera. Pertenece a la época de la luz, de las flores, de las canciones tocadas con guitarras acústicas en mitad de un parque, del optimismo salvaje. Y en mitad de esa expresión descomunal de vitalismo se encuentra la fresa.

Llámenlo metonimia, pero la fresa adquiere las propiedades del ambiente que la rodea. La fresa es ácida pero sabe dulce. Lennon quería estar en su campo de fresas para siempre. La fresa es fresa. No pretendo persuadirles para que consuman fresas, porque es muy probable que ya lo hagan. Sólo les pido que reflexionen sobre por qué las toman y qué sienten cuando lo hacen.

Un fresa es más que una fresa.

Nota: mi bisabuela preparaba las mejores fresas con azúcar del mundo. 

Foto: wallpaper de Across The Universe.

3 comentarios:

  1. jajajajajaja, adoro las fresas, y me gusta tu escrito/ensayo sobre las fresas .
    fresas!!

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  2. Espero que te sientas realizada, he ido a prepararme un bol de fresas con yogur nada más leer esto..! xDDD madre de dios, qué hambre me ha entrado! jajaja :)

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  3. La fresa es a la Primavera lo que la sandía al Verano y la mandarina al Otoño así que espero una oda a la sandía cuando llegue el periodo estival.

    Y a cuento de las fresas he de decirte que me encantan las fresas porque después del invierno estoy saturado de tanto zumo de naranja y las fresis son una buena fuente alternativa de vitamina C

    Strawberry field forever era como un grito de amor que nos lanzabamos una antigua novieta y yo. A ambos nos encantaba compartir las copas de helado de fresa en las tardes calurosas de verano :D

    Bsos sureños

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