viernes, 29 de abril de 2011

Pequeño experimento

No puedo escribir todo lo que me dé la gana. No puedo escribir todo lo que me dé la gana. No puedo no puedo no puedo.

Hay un colibrí que maúlla en un a ventana de cristales traslúcidos mientras que Judy Garland estaba cantando y Liza me miraba con una sonrisa de párpados candentes.

Tiene que tener acción, tiene que ser intencional, tiene que tener una dirección, tiene que ser intencional, tiene que tener una estructura, tiene que ser coherente, tiene que ser intencional.

<<La Entropía es la razón por la que la pasta de dientes no vuelve a entrar en el tubo.>>

Mi amigo imaginario no podía resolver su ecuación porque tenía una raíz de un número negativo en el denominador y Bernoulli no le dejaba abrir la puerta de su cuarto cuando había corrientes de aire. Además, si soplaba entre dos cartulinas se acercaban. LAS MASAS NO SE REPELEN


Tiene que tener una introducción, un desarrollo, una conclusión. Su prosa debe guiar al lector para que no se pierda. Debe estar adecuado a la situación. No pueden aparecer incongruencias. Tiene que respetar el marco común de presupuestos compartidos con el lector.

Un agujero en la pantalla del ordenador y la pequeña niña se colaba al país de Nunca Jamás. Y Dorothee no sabía respirar cuando nació y Garland era más guapa que Liza. O eso es lo que me dijeron una noche mientras mirábamos sus fotos. Ya no miramos sus fotos porque nos sabemos de memoria los diálogos de Cabaret y cantamos las canciones a pleno pulmón cuando vamos en el coche. A LION IS A LION NOT A LAMB.


No existen los sacrificios incruentos.

Y algún día caminaremos sobre auroras boreales. Hasta entonces, te tienes que conformar con las australes. Y lo único que sabes de Astronomía son las tres leyes de Kepler. Velocidad areolar constante, órbitas elípticas alrededor del Sol y la tercera me la sé de memoria pero nunca la he logrado entender T CUADRADO ENTRE R CUBO IGUAL A CTE.

Y como no me marche ahora llegaré tarde a la hora del té en mi escuela de Tutor.

El desayuno.




Me gustas cuando dices tonterías, 

cuando metes la pata, cuando mientes, 
cuando te vas de compras con tu madre 
y llego tarde al cine por tu culpa. 
Me gustas más cuando es mi cumpleaños 
y me cubres de besos y de tartas, 
o cuando eres feliz y se te nota, 
o cuando eres genial con una frase 
que lo resume todo, o cuando ríes 
(tu risa es una ducha en el infierno), 
o cuando me perdonas un olvido. 
Pero aún me gustas más, tanto que casi 
no puedo resistir lo que me gustas, 
cuando, llena de vida, te despiertas 
y lo primero que haces es decirme: 
«Tengo un hambre feroz esta mañana. 
Voy a empezar contigo el desayuno».


Luis Alberto de Cuenca.  El desayuno











Alba. 

viernes, 22 de abril de 2011

Sobre las fresas

Algunos de mis lectores (de acuerdo, sólo ha sido uno) me han pedido que, de manera análoga al ensayo sobre las manadarinas, dedicase una entrada a las fresas. He de admitir que no podría encontrar otro momento más oportuno para acceder a esta petición: la temporada acompaña y las cajas de fresas se acumulan en las neveras.

No obstante, creo que las condiciones actuales difieren a las que a las que rodearon al artículo anterior. Aquél constituía una invitación al consumo de mandarinas debido a una supuesta marginación (después descubrí que eran más apreciadas de lo que creía) Sin embargo, me resulta imposible encontrar la misma situación en el caso de la fresa. Las fresas gustan a todos.

Seguramente la fresa (bueno, el fresón) sea la fruta que goza de una mayor estima. Es consumida por prácticamente todos los rangos de edad con gran gusto y devoción. Además, permite una amplia selección de elementos con los que combinarse. Se mezclan fresas con plátano, nata, chocolate, kiwi, azúcar... se mezclan fresas con más fresas. Y, por si fuera poco, se les atribuyen poderes afrodisíacos.

Así que ¿Cómo podría tratar, si quiera, de plantear un artículo incitando a su consumo? Por esta razón, he decidido enfocar un aspecto distinto de la fresa, una perspectiva alejada de las cestas de la compra: su valor icónico.  La fresa es símbolo de la primavera, del buen tiempo, de que el verano se acerca, de que ya pasaron las penurias del invierno y en el cielo se abre la esperanza de un futuro prometedor. La fresa dispone de todo un arsenal de significados que trascienden el bol y la cuchara.

La fresa, por mucho que se empeñe El Corte Inglés, es un producto de temporada. Y no de una temporada cualquiera. Pertenece a la época de la luz, de las flores, de las canciones tocadas con guitarras acústicas en mitad de un parque, del optimismo salvaje. Y en mitad de esa expresión descomunal de vitalismo se encuentra la fresa.

Llámenlo metonimia, pero la fresa adquiere las propiedades del ambiente que la rodea. La fresa es ácida pero sabe dulce. Lennon quería estar en su campo de fresas para siempre. La fresa es fresa. No pretendo persuadirles para que consuman fresas, porque es muy probable que ya lo hagan. Sólo les pido que reflexionen sobre por qué las toman y qué sienten cuando lo hacen.

Un fresa es más que una fresa.

Nota: mi bisabuela preparaba las mejores fresas con azúcar del mundo. 

Foto: wallpaper de Across The Universe.

sábado, 16 de abril de 2011

AO-EO

Prisionero entre tus manos
muñeco de trapo en tus dedos.
No puedo tener ningún consuelo
si no es con tus abrazos.
Locura en cada uno de tus besos
sutil sentimiento destrozado.
Dime si guardas algún verso
que sea merecedor de mis halagos,
si te queda algún recuerdo
de nuestras tardes de verano.
O si toda nuestra vida fue un sueño
que muere en un suspiro entrecortado.


domingo, 3 de abril de 2011

Todos los matices del rojo

                         Hay días y días.
           Hay personas y personas. 

        Hay veces en que te despiertas un día y ciertas personas te dan la frase que necesitabas: "Son todos los matices del rojo".

Os tengo que dar las gracias por esa frase, no sabéis cuánto ¿Me la regaláis? Haré algo con ella. Todavía no puedo contároslo, pero la moldearé como el alfarero hasta lograr una historia que os merezca. No penséis que es tarea sencilla. No puedo daros nada que no os quiera... ni nada que no queráis vosotras.

No sé cómo contároslo ni qué hacer de ella. Sólo es mi intención devolveros la jugada y que cuando la leáis podáis oír entre sus líneas, palpar en sus palabras una tenue voz que os susurra, perdida entre las páginas, "cada matiz del rojo", como una nota que se escapa.