Esto ya ni es un blog ni es nada. Parece que se va quedando vacío, tan vacío como lo está mi alma. Y es que no tengo ganas de hacer nada. Y cuando te sobreviene el hastío, es como si te saqueasen las entrañas.
Como si estuvieses en la camilla de un quirófano y el cirujano te extrajese las vísceras delante de ti. Te va quitando el corazón, el páncreas, el hígado, los pulmones... y se los pasa a la enfermera que los deja en una bandeja de esas plateadas que hay en todos los hospitales. Entonces, todos los licenciados de la sala (sólo los profesionales del sector sanitario son licenciados) te miran con una sonrisa cada vez más ensangrentada. Tú se la devuelves y asientes con conformidad para que prosigan con su operación. Lo último que te quitan es el bazo, pero te da lo mismo, porque, total, no lo usabas para nada.
Y es eso lo que me pasa, que estoy en un momento en el que me daría igual si me quitasen todo lo que tengo, porque total, no lo uso para nada. Hace un par de meses me di cuenta de lo mucho que echaba de menos la Geometría. Fue al visitar la obra de Gaudí ("obra" como algo muy general) y percibir todas aquellas curvas cónicas dispuestas con tanta armonía, tanta como solo se encuentra en la naturaleza, lejos de la mina del compás y el escalón del cartabón. Cuando puse tierra de por medio, traté de volver a ellas de la misma forma que las había conocido sobre los libros del colegio. Vano intento inútil.
Tengo miles de historias atracando mi cabeza a mano armada todos lo días. Pero siempre se dan mucha prisa en salir huyendo antes de que llegue la autoridad mi bolígrafo. Y no reparan en llevarse la caja fuerte consigo mientras corren y corren y corren... También tengo la sensación de que estoy dejando de pensar en vivir para VIVIR en mayúsculas, aunque no entiendo por qué no puedo escribir. Es como tener el tintero cargado de agua.
Esta mañana cuando iba en el tren -el tren es uno de mis tiempos vacíos favoritos- me asaltó una duda y, aunque su resolución parecía bastante evidente, no he sido capaz de evitarla : ¿por qué utilizamos el pretérito imperfecto cuando hablamos de la gente muerta? No decimos "la tía Gertrudis fue una buena mujer", decimos que ERA. Creo que la respuesta está más que clara. Lo hacemos porque queremos evocar su recuerdo y proyectarlo durante el efímero instante que tardan nuestra frase en desvanecerse. Es como si quisiésemos que a nuestro "era una buena persona" le siguiese un "y lo sigue siendo". Pero nunca nadie completa la oración.
Sí, ya me he quedado bastante a gusto.